Día 26 - Año nuevo

No hubiera podido imaginar que entraría en 2018 al ritmo de la frenética generosidad de los alumnos. Empiezo el año con el magnífico descubrimiento de que esas dos palabras pueden convivir coherentemente, como espero poder mostraros. 

Una de las cosas que me maravillan de aquí es el color. Las alumnas suelen llevar saris, vestidos y punjabis de todos los colores y estampados. Pero en los días especiales se abren paso los bordados, las perlas, los brillantes, el color oro, los volantes y las transparencias. Personalmente, he visto en ello la oportunidad de cumplir un sueño infantil, el de vestirme como una princesa, sin que nadie se inmute. Y así me he comprado dos conjuntos muy indios, el primero de los cuales decidí lucir ayer. La ocasión bien lo valía:
Y ahora, la aventura. Sobre las 23h30 llegamos al Campus II con 3kg de uvas para celebrar las campanadas con los 59 alumnos varones de la Professional School y fuimos recibidos por una panda de jóvenes adultos despreocupados, desmelenados y casi descocados. La música era ensordecedora y sus bailes lo más auténtico que he visto jamás: cada uno a su aire, según su personalidad, sin juzgar. Puro disfrute. 

Las uvas fueron la calma antes de la tormenta. ¡Pero qué tormenta! 

Una de las maneras que tienen los indios de mostrar su aprecio e interés gira alrededor de la comida. La pregunta "¿cómo estás?" suele ir acompañada de "¿has comido?" y "¿qué has comido?". Tinnara, en Telugu. Resulta una pregunta curiosa para aquel que nunca ha pasado hambre ni convivido con la escasez, pero rápidamente cobra todo su sentido. Basta con abrir los ojos a otras realidades. 

La comida y el aprecio están íntimamente ligados en el gesto de alimentar a otro con la mano. En ocasiones especiales, como ayer, los indios te muestran su estima cogiendo un trozo de dulce e introduciéndotelo en la boca, bien entero, bien para que muerdas un pedazo y se coman ellos el restante. Pues bien, eso es lo que sucedió ayer tras las uvas, cuando sacamos chocolates y caramelos para todos. 

Imaginad el siguiente contexto: esa generosidad frenética de la que os hablaba, 59 alumnos y 4 profesores. Apenas habíamos cerrado la boca para comenzar a masticar un dulce que teníamos a 3 alumnos en cola para mostrarnos su aprecio. Esperaban un poco de aquella manera, con esa espera ansiosa que desborda de ilusión, la mano en alto, el dulce preparado, los ojos brillantes y la sonrisa a flor de piel. Y después de los dulces que traíamos nosotros, cuando ya rayábamos el diabetes tipo 2, ellos sacaron el pastel que habían comprado para celebrar la entrada en 2018.

Aquí los pasteles suelen consistir en un bizcocho sencillo recubierto de 1cm de frosting (aceite, azúcar y colorante) en cada uno de sus lados salvo la base. Cuando los profesores, todos a una, cortamos el primer trozo de ese pastel naranja fosforito, se abrió la veda para volver a ser alimentados por una horda de generosísimos y sonrientes chicos. Pero claro, existe un límite a lo que puedes embuchar. Y así empezó una guerra de comida en la que tanto nosotros como ellos nos llenamos las caras de frosting unos a otros, corriendo como niños chicos y riendo a carcajada suelta. Esta primera tormenta fue de risas y azúcar. Sentí que volvía a la infancia y, no lo niego, me agarré a esa sensación para retenerla y atesorarla porque es rara. Demasiado rara.

A continuación llegó la segunda tormenta, la de agua, pero os aseguro que tampoco es como la esperáis. Había que limpiarse el frosting de cara y pelo y, con naturalidad, eso llevó a una guerra de cubos de agua en la que acabamos todos, absolutamente todos, empapados hasta el tuétano. 
 Aftermath

Y después de eso, ¿qué? Solo quedaba seguir bailando y riendo hasta que nos dolieran los pies.

No sé qué me deparan los meses que me quedan aquí, pero empiezo a tomar consciencia de la imposible tarea que me he marcado al iniciar este blog. Debo disculparme porque es evidente que mis fotos no hacen justicia a los colores, las situaciones, las personas o los lugares que captan mis retinas. Y si eso es así, imaginad la abisa oceánica que separa mis relatos de las experiencias vividas, las sensaciones y los sentimientos que marcan los días aquí. Tan vivos, tan vibrantes. Sin filtro, porque aquí se vive a corazón abierto. Haré lo posible, pero ya os adelanto que la India, hay que vivirla.

M.

Comments


  1. Es pot dir doncs que ha sigut un cap d'any espectacular no? 😃

    Molt bon any!!

    P.D.: Tota una princesa! ;)

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  2. Hallo! Que mejor manera que escribirte desde Martinica? Disfruta y aprende al maximo y sigue dejando tu pequeña huella ahi por donde pasas. Un placer que nos transportes en cada uno de tus post en tu aventura.
    #jariguitofuegote

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