El ansia por estar conectada es real. Os prometo que el
hecho de no tener wifi en mi habitación me ha generado cierto estrés estos
días. Pero como no hay nada que pueda hacer al respecto, me he resignado. Eso
sí, me he resignado durante las horas que tengo que estar en la habitación,
para dormir, por ejemplo.
Cuando digo que el ansia es real, lo digo en serio. Y no la confundo
con el entusiasmo; ya sabéis que me gusta ser precisa y este blog es un
ejercicio de honestidad. El ansia se despierta cuando lo hago yo, y no creáis
que solo me flashea el cerebro a partir de una hora razonable de la mañana,
cuando la tierra de las calles ya está puesta y esas cosas. Lo grave es que pienso en ello incluso cuando de madrugada me despiertan los perros que se están
peleando fuera o el fresquibiris se cuela por estas ventanas incerrables.
Lo cierto es que durante años mi primer gesto matutino ha
sido quitar el modo avión para consultar WhatsApp y Gmail. En ese orden. Pues resulta
que el gesto esencial de mi mañana –saborear una piscina de café (aquí el el
tamaño sí importa, que no os engañen)– no era el primero. Lo primero era
conectarse, y me acabo de dar cuenta.
Esa ansia por estar conectada es absurda. De verdad,
¿conectada a qué o a quién?
Por tratar de estar conectada a los míos a través
de una pantalla me desconecto momentáneamente de quienes me rodean aquí. Y no
me digáis que la situación os es extraña, porque lo mismo ocurre cuando estáis
tomando un café con alguien que está mirando el móvil. Está físicamente con
vosotros, pero está desconectado de esa situación.
Bueno, desde que llegué a la India el modo avión es permanente.
Lo que va oscilando en función de mi geoposicionamiento y del buen querer del
Dios local de las comunicaciones inalámbricas es la red wifi. Para captarla
debo estar en la cantina o cerca de ella. Pues no os imagináis las prisas que
me entraban (y me siguen entrando, aunque en menor medida) para llegar allí por
la mañana. Ni Usain Bolt. Qué tontería, si para la mayoría de vosotros son las
4 de la madrugada… lo que está enviado ya lo está desde hace tiempo, y lo que
no, tendrá que esperar al día siguiente o nunca será. En esta situación, creo
que todos podemos convenir que las prisas únicamente tienen razón de ser en mi
cerebro cortado a la europea.
Una de las cosas que me gustaría aprender de esta
experiencia es la calma, la actitud zen. No es perentorio estar conectado. No
es imprescindible estar haciendo algo. La necesidad de inmediatez es un
constructo social occidental del que me gustaría poder desapegarme durante
estos meses.
Pues eso, que tengo la firme intención de pasar de la
inmediatez. Pero como esto es un ejercicio de honestidad diré también que acabo
de encargar una tarjeta SIM india con la que tendré 1GB de datos al día durante
84 días por el módico precio de 6,3€, ale.
M.
Crec que el problema de la connexió el podem tenir tots en certa mesura.. Mira que jo he dit més d'una vegada que m'agradaria desconnectar del món (tecnològic i humà) i anar-me'n enmig del bosc per viure en una cabana. Suposo que una cosa és la intenció (fins i tot la voluntat) i una altra cosa és trobar-te en la situació real.
ReplyDeleteEstà clar que no pots canviar o adaptar-te amb absoluta immediatesa. Necessitaràs un cert període d'adaptació. Així que trobo bé que hagis contractat un pack d'internet, i qui sap si al final amb el temps no gastaràs ni un mega a la setmana.
Si, estic d'acord. Estem molt formatejats! De moment faig servir els megas per parlar per telèfon sense dependre dels capritxos del wifi indi, però miro el mòvil molt menys qu'abans!
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