Día 9 - Primeros pasos


Mi contacto con la India se ha tornado mucho más real estos últimos días. Digamos que han sido una mise en bouche de los próximos 6 meses. Desde el lunes, y aunque me cueste creerlo, soy profesora de inglés en la Professional School of Foreign Languages de RDT en Anantapur. Eso merece un post independiente (o varios) que caerá cuando algunas cosas hayan tenido tiempo de posar. Todavía tengo que esperar a que mis primeras sensaciones se conviertan en reflexiones que se sostengan... y al "caloret" eso puede ser más tarde que pronto, nenes.

Lo que sí voy a hacer es dejar unas pinceladas de lo que han implicado estos primeros días en la India:
  • Convivir con toda una serie de animales y bichos, además de seres humanos. Por supuesto, los perros indios (varían los colores, pero todos son el mismo modelo) a los que no me apetece abrazar ni acariciar; los mosquitos (una horda de ellos); los sapos; las hormigas y otros muchos insectos que no sé nombrar. Bueno, está claro que todos compartimos el mismo planeta. Y, de igual modo que el ser humano tiene su través (o puede que a causa de ello), estos bichos suelen tener propiedades urticantes y/o tóxicas, con lo que yo prefiero dejar que corra el aire.
  • Arremangarme los pantalones anchos al tiempo que me levanto el kurta cuando voy al lavabo, lo que convierte las bio-pausas en una actividad de complicada logística. La mayoría de las veces no hay papel higiénico (ni tiene que haberlo pues los indios no lo usan), pero sí mucha agua en el suelo. Eso es causa, a un solo tiempo, del arremangue de pantalones y de la localización y aniquilación de los mosquitos que campan ahí a sus anchas, convidados por el agua y la humedad. Sólo pensad en la cantidad de piel que acabo de dejar al descubierto con tanto movimiento. Ah, y de tener la regla en la India, prefiero no hablar.
  • A modo de apéndice, he sustituido el móvil por una botella de agua llena. Y es como un Tamagotchi, hay que estar siempre pendiente: si paso por la cantina, es obligatorio llenarla. Si salgo del campus, no puedo olvidármela. Y está prohibido perderla. Ya me ha pasado, y aquí la solución de beber agua del grifo es más que un deporte de riesgo. Estoy pensando en ponerle un localizador GPS a la botella, esa línea de vida…
  • Quitarme la ropa cada vez que vuelvo a mi casita (la número 69) para dejar que se seque y estar cómoda y fresca, a salvo de miradas que podrían ofenderse. Sí, queridos, aquí es invierno y hace más de 30º, ¡¿qué pasa?! Duermo tal como mi mamá me trajo al mundo y os prometo que me las veo y me las deseo entre las 14h30 y las 16h30, para dar clase en Bukkaraya y estar mínimamente fina.
  • Embadurnarme el pelo de aceite de coco para que no se dañe con el agua del campus, y pasarme una capa de aceite de bebé por todo el cuerpo al salir de la ducha. Religiosamente, porque es mejor prevenir que curar. Pero el aceite de coco huele riquísimo y me acaba dando hambre… como si me hiciera falta eso.
  • Hacer pesas en un gimnasio sin aire acondicionado. ¿Veis por qué la botella de agua debe estar al alcance de la mano en todo momento? Igual que las maletas en el aeropuerto.
  • Dejar de comer carne, salvo el ocasional plato de o con pollo.
  • Acostumbrarme al claxon continuo de los vehículos (pero continuo, continuo), a que estos invadan el “arcén” o el sentido contrario, a ver a 4 personas montadas en una moto y sin casco o a 10 individuos viajando felizmente en un tuktuk.
  • A decir “namaste” y a sonreír siempre, como reflejo de lo que recibo todos los días, a todas horas.
 M.

Comments

  1. Crec que una cosa està clara: és impossible aburrir-se! Sembla tota una aventura cada acció a realitzar!

    Ah, i una llàstima lo del gossos.. Mira que jo pel carrer, gos que veig, gos que acaricio.

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  2. No te veo yo sin p.w. Si veo tu sonrisa al decir namaste. Que he de poner en la URL? Tengo que editarme y no se ,por favor alguien me ayude.

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